"Plumofobia", así es la homofobia entre gays que se multiplica en Internet
Dentro del mundo LGTB no es ninguna novedad. El discriminado hace tiempo que se ha convertido también en discriminador. Lo que ya venía siendo una tendencia al alza en el universo offline parece haber encontrado el acomodo perfecto en la esfera virtual, donde los casos de homofobia entre gays se han multiplicado con las nuevas plataformas y aplicaciones sociales.
Un estudio realizado por Cal Strode, en el que participaron 280 homosexuales de Estados Unidos y Reino Unido, dejaba poco lugar a la duda. El 37% de los gays que se autodefinía sin pluma afirmaba que los gays con plumamanchan la imagen de los homosexuales en general. Aun más llamativo era el dato que indicaba que el 35% de los homosexuales que no se veían en absoluto afeminados se identificaba más con la comunidad heterosexual al considerarla "menos extravagante". Por si esto fuera poco, en las conclusiones de este informe se podía leer que cuatro de cada 10 gays que aseguraba no tener pluma renegaba por completo de la lucha contra la homofobia.
Encontrar ejemplos de plumofobia dentro del mundo LGTB es relativamente sencillo. Tan sólo hace falta darse una vuelta por alguno de los locales de ambiente leather, S/M u oso y leer lo que rezan muchos de los carteles de promoción de sus fiestas. En éstos es fácil encontrar advertencias del tipo "sólo tíos machos", "abstenerse locas y plumas" y otras perlas similares. Allí, muchos ya lo saben, los hombres afeminados están muy mal vistos.
Marc Gómez, uno de los bloggers más sensibilizados con lo que él denomina LGTB-fobia, define la plumofobia como una suerte de "miedo y rechazo a la pluma" o "miedo y rechazo a los hombres afeminados". El italiano Andrea Puggeli, otro activista, profundiza en este asunto y sostiene que "la plumofobia va en contra de aquellas personas que se salen de sus roles de género: contra las mujeres que no hacen lo que tienen que hacer las mujeres y contra los hombres que no hacen lo que se supone que deben de hacer los hombres". Una reflexión que enlaza directamente con el cada vez más mediático concepto de heteropatriarcado, entendido como sistema socio-político en el que el género masculino y la heterosexualidad gozan de una supremacía latente y donde el binarismo de género hombre / mujer y sus desequilibrados roles son los que configuran la realidad social.
Discriminación a los roles de género
En uno de sus comunicados, la Asociación Respeta LGTBH, que en reiteradas ocasiones se ha manifestado incómoda y contraria a las etiquetas y a los estereotipos, explicaba así lo que ellos advierten como la percepción generalizada en relación a los homosexuales con pluma: "La sociedad percibe la pluma de gays y lesbianas como elemento inherente a su orientación sexual. Así lo exhiben los medios de comunicación, que al final son los que consolidan las opiniones de la masa. Por eso, la gente presume heterosexual a quien no tiene pluma. Esto invisibiliza a bisexuales y homosexuales sin pluma y, por qué no decirlo, a heterosexuales y bisexuales con pluma que son automáticamente catalogados como gays y lesbianas".
Sobre este último asunto ya avisaba hace un par de años la guía Abrazar la diversidad, elaborada por el Instituto de la Mujer, donde se alertaba de la incipiente discriminación relacionada con los roles de género entre jóvenes de 15 a 19 años denunciando en sus conclusiones que "los hombres que no son percibidos como suficientemente masculinos sufrirán el insulto homófobo, al igual que las mujeres que no sigan los mandatos de la feminidad".
Más allá de la plumofobia, la discriminación creciente dentro del mundo gay no afecta exclusivamente al asunto de los roles de género. Cada vez son más los homosexuales que están señalando la discriminación racial que se da en las aplicaciones para ligar. Allí, es tan fácil encontrar usuarios a la caza de hombres negros en busca del estereotipado rol de chico duro y dominante, como otros que no tienen reparo alguno en redactar en sus bios observaciones tan hirientes como "negros no". Lo mismo que sucede con asiáticos, latinos o gitanos.
¿Autodesprecio?
Joan es un ex usuario de lo que denomina como "apps de folleteo". Desencantado, decidió borrarse su perfil debido a la fauna que merodea por estos escaparates humanos. Allí, comenta, suele ocurrir que muchos de los que incluyen en sus descripciones de búsqueda aquello de "no negros", "no asiáticos", "sólo gimnasio", "sin pluma" y otros requisitos que califica como "absurdos, excluyentes e inaceptables", son los mismos que se construyen perfiles con identidades falsas y, a menudo, sin fotografía. "Bajo el anonimato que ofrece la cibermáscara se permiten unas licencias que en la vida real no se atreverían a tomar", agrega, lamentando que, "desgraciadamente, igual que hay muchas mujeres machistas, también hay mucha homofobia dentro del mundo gay".
Otro de los temas que Joan pone sobre la mesa, y que tampoco suele tratarse con frecuencia en relación al colectivo LGTB, es la misoginia que se da en ambientes abiertamente gays y más concretamente en locales en los que se trata de evitar -cuando no se prohíbe- la entrada de mujeres. Tres cuartos de lo mismo ocurre en los cada vez más concurridos festivales de ambiente en los que sólo son bienvenidos hombres musculados. Bajo el pretexto de crear espacios temáticos destinados a satisfacer los deseos de una minoría lo que encontramos son, a menudo, minorías discriminando otras minorías.
La manida frase "yo no tengo nada en contra de los gays, pero con las locas no puedo", que seguro casi todos hemos escuchado alguna vez en boca de un heterosexual, parece haberse extendido llamativamente dentro del propio colectivo LGTB. Javier Sáez y Sejo Carrascosa, en su Elogio de la Pluma, son tajantes a la hora apuntar las posibles causas de esa latente homofobia dentro y fuera del mundo gay: "Muchos de esos supermachos plumófobos tienen más pluma que un edredón noruego, con lo cual uno se pregunta si no habrá también una pizca de autodesprecio inconsciente en ese rechazo visceral a la pluma del otro".
El mundo, Diego Bermejo
27 de junio del 2017
¿Los habéis visto ya?
"¿Macho, macho?"
Gracias a que las redes sociales han empezado a desvelar las identidades de algunos de los aspirantes a participar en OT 2018, conocimos a Monge Hudson. El joven de 19 años, conocido también como Joselito, es uno de los perfiles que han generado más hype en el casting final de OT 2018 que se celebró en Barcelona el 28 de agosto por su espíritu travesti.
Bicheando en sus redes sociales hemos descubierto un tuit que nos ha encantado. El 27 de agosto, Monge compartía la captura de pantalla de una conversación que había mantenido por Grindr.
Un usuario de la app (al que llamaremos cariñosamente Plumófobo) quería ligar con él pero antes se interesó por su grado de amaneramiento. Un ataque plumófobo que Monge detectó al instante y supo solventar con maestría:
PLUMÓFOBO ⇒ ¿Tienes mucha pluma? La verdad es que con tíos como tú se soporta todo.
MONGE ⇒ ¿La pluma hay que soportarla?
PLUMÓFOBO ⇒ Hombre, si te gustan los tíos, tíos, no te gustan los tíos que parecen tías. No te ofendas.
MONGE ⇒ ¿Los tíos que parecen tías? ¿En dónde pone que un tío con pluma parezca una tía? ¿Dónde está puesto eso? Creo que estás mentalmente acabado. No te ofendas.
Este fantástico zasca dice mucho del joven y representa uno de los importantes valores que ya defendía la generación de OT 2017. Por eso creemos que Monge es un digno seguidor de aquella ‘revolución sexual’ que abogaba por la diversificación, la tolerancia y la visibilización de los problemas que preocupan a los jóvenes, por ejemplo la LGTBfobia.
El jerezano es un obseso de RuPaul’s Drag Race y en en alguna ocasión se ha calzado un buen tacón, un vestidazo y una peluca. Sia, Beyoncé, Mariah Carey, Mel B o Raquel Bollo son algunas de las mujeres en las que se ha inspirado para crear sus drags.
Más allá de la anécdota, su alma de transformista y showman está respaldada por un color de voz y una versatilidad increíbles. En el casting de Sevilla cantó Respect de Aretha Franklin y, a continuación, un cover ‘apitingado’ de Derroche de Ana Belén.
Durante el programa podría sorprender con versiones de Jennifer Hudson, Mariah Carey o Patti LaBelle, tres de sus divas favoritas. ¡Monge Hudson ya nos encanta!
Redacción Shangay
30 de agosto del 2018
El profesor de la Universidad Pablo de Olavide Rafael Cáceres está llevando a cabo, junto a otros investigadores de esta Universidad, un estudio sobre la represión a las personas transexuales y homosexuales durante la dictadura franquista.
28 junio, 2019
Rafael Cáceres Feria es investigador de la Universidad Pablo de Olavide en el Área de Antropología Social y se dedica, junto a un equipo de profesores de la UPO entre los que se encuentran José María Valcuende del Río, María José Marco Macarro y Juan Blanco López, a investigar la represión que sufrieron las personas homosexuales y transexuales durante el franquismo y los primeros años de la Transición, momento en el que se abolieron las leyes que se encargaban de condenar y encarcelar a personas que no se ajustaban a la heteronormatividad. El investigador explica que aunque existe bibliografía sobre la represión a los hombres y mujeres homosexuales, ésta es de carácter muy general. Considera que queda un amplio campo de estudio y análisis de la represión en Andalucía y subraya lo difícil que resulta encontrar a personas que sufrieron, de un modo u otro, la represión del sistema por su orientación sexual y que estén dispuestos a dar sus testimonios.
¿Cómo surge la idea de esta investigación?
Profesores del Departamento de Antropología, Psicología y de Trabajo Social de la Universidad Pablo de Olavide comenzamos a investigar con una subvención de la Junta de Andalucía. La idea en aquel momento era hacer una pequeña investigación sobre la represión que habían vivido los homosexuales durante el franquismo, basándonos tanto en los datos de archivos como en los testimonios de personas que vivieron esta represión. Y, especialmente, nos interesaba ver por qué no se había reivindicado antes.
¿Cuáles son las principales dificultades que se encuentran para realizar el trabajo?
Por un lado, los archivos. La documentación está muy dispersa en distintas sedes de Andalucía. Por otro lado, la Ley de Protección de Datos que te dice que deben pasar 50 años para que puedas consultar estos documentos (y por ahora, podemos consultar hasta mitad de los años sesenta) pero sobre todo, lo que más ha dificultado un trabajo, que parecía relativamente sencillo (mucha gente había vivido la homosexualidad hasta los ochenta), ha sido la falta de testimonios, especialmente de mujeres. Las personas homosexuales no quieren hablar del tema porque vivieron esa época de forma muy oculta y siguen de forma oculta. Y los testimonios que hemos encontrado son los más concienciados, los que se encuentran dentro del colectivo LGTBI, y que ofrecen un relato válido pero que no refleja la diversidad de situaciones.
¿Cómo se reprimía la homosexualidad durante la dictadura?
La represión de la homosexualidad se hizo con dos leyes distintas: la Ley de Vagos y Maleantes del año 1954, que estuvo en vigor hasta el año1970, y la Ley de Peligrosidad Social, de los años setenta. Estas leyes afectaban más a los hombres que a las mujeres porque la represión era muy diferente en cada uno de los casos.
¿En qué sentido?
La represión al hombre era principalmente policial mientras que a la mujer la reprimía la familia apoyada en el Estado. Es decir, la mayoría de las personas a las que se aplicaban estas leyes eran hombres porque eran normativas que se aplicaban en lugares públicos donde las mujeres tenían menos presencia. Por eso se ha hablado, con cierta imprecisión, de la invisibilidad de la mujer homosexual en esta época. Pero nos consta, que hubo muchas mujeres homosexuales a las que se reprimió de una manera diferente.
¿En qué consistía esta represión?
La propia familia denunciaba a sus hijas o familiares por tener ‘conductas anómalas’ y las canalizaban hacia órdenes religiosas, centros psiquiátricos o instituciones como el Patronato de la Mujer, que en teoría se ocupaba de redimir a las prostitutas. Eran encerradas hasta cumplir la mayoría de edad pero muchas se quedaban hasta los 25 años. Hubo una represión bastante grande contra la mujer. Si se analiza la represión de la homosexualidad por el número de personas que fueron a la cárcel parece que la represión al hombre fue mayor pero, en realidad, la represión a la mujer fue enorme. Hay testimonios de mujeres a las que castigaron retirándoles a sus hijos y enviándolos a una casa cuna por mantener relaciones con otra mujer.
¿Qué posibilidad de ‘defensa’ cabía para estas mujeres?
Ninguna. Y esto es un agravante. Para que el hombre entrara en la cárcel había un juicio (aunque con pocas garantías porque se trataba de una dictadura) pero había posibilidades de defensa. Pero en el caso de las mujeres lesbianas, si su familia lo decidía, eran automáticamente encerradas en estas instituciones. A mí me parece una de las cuestiones más dramáticas y que apenas se ha abordado desde el ámbito académico.
¿Qué otras cuestiones destaca de los estudios que están realizando?
Otra cuestión que nos parece interesante es cómo el régimen franquista se ceba con los travestis. El régimen hacía la vista gorda si la sexualidad se mantenía en privado porque lo que no se consentía era el escándalo. Los travestis (porque en aquella época no se hablaba de transexuales) fueron carne de cañón del régimen. En la cárcel la mayoría de las personas eran travestis, la mayoría de clases populares.
¿Las personas de clase alta eran tratadas de diferente manera?
Los que iban a la cárcel eran de las clases más bajas, porque las clases altas disponían de espacios privados donde podían tener relaciones más íntimas y ocultas y solían o bien tener vinculación con el poder o bien disponer de medios para protegerse en caso de que le acusaran. Había un doble rasero. Las clases populares eran las más vulnerables.
Por otro lado, curiosamente, el régimen fue condescendiente con algunos hombres casados que tuvieron relaciones homosexuales. Si éstos eran trabajadores (en el sentido de tener una vida ordenada) y contaban con el apoyo de la Iglesia, los justificaban: ‘estaba borracho’, ‘no sabía lo que hacía’, ‘lo han pervertido’. En algunos casos en los que se detenía a un hombre casado con un hombre ‘afeminado’, era este último el que pasaba por la cárcel.
Uno de los estudios que está llevando a cabo es sobre la vida de los homosexuales que vivían en la cárcel de Huelva. ¿Qué puede contarnos?
En 1968 se produce una especialización de las prisiones españolas. Se decide que existan módulos específicos para presos (en Carabanchel y La Modelo de Barcelona) y dos centros especializados en la rehabilitación de homosexuales, las cárceles de Huelva y de Badajoz. Esto era así porque el régimen había cambiado su visión con el tema de la homosexualidad. Antes existía una visión moralista que entendía la homosexualidad como un vicio, una degeneración y que solo se podía curar con mano dura y rezo. Es a partir de los años sesenta cuando se empieza a tomar conciencia de las teorías médicas sobre delincuencia (que no son de esa época, son mucho más antiguas).
¿Qué testimonios han podido recoger de la cárcel onubense?
Tenemos por ahora el testimonio de tres funcionarios de prisiones, además de los datos recogidos en el archivo. Según lo que hemos averiguado, en estas cárceles no había ningún tratamiento. Era una cárcel normal y corriente. Los presos tenían talleres de trabajo, se separaban de los pocos presos que no eran homosexuales y había una actividad prácticamente igual que en otras cárceles. Subrayo esta idea porque muchas veces se ha hablado de terapias de electroshock pero no nos consta que las hubiese en esta prisión. Lo que sí nos han confirmado es que los homosexuales estaban separados de los pocos presos comunes que había y, además, estaban aislados de sus familias, que vivían en otros lugares de España y no podían ir a visitarlos.
¿Era más habitual que la familia apoyase o denunciase a los hombres homosexuales?
La familia casi siempre apoyaba pero había casos en los que denunciaba. En los expedientes de vagos y maleantes se suelen recoger testimonios de guardias civiles, de alcaldes, de curas y de familiares. Estos últimos siempre intentaban justificar que eran buenas personas y trabajadores. El argumento más utilizado en la defensa, sobre todo en el caso de los hombres afeminados, era: ‘son así de nacimiento’. El régimen se cebaba con los casos que consideraban ‘por vicio’. Aquí no cabía ningún tipo de piedad. La sociedad no ha dado importancia a la represión franquista contra los transexuales y homosexuales. En ocasiones se ha frivolizado con el argumento de que si algunos de ellos pasaron por las cárceles algo habrían hecho. No todos lo vivieron como una experiencia traumática pero muchas personas quedaron marcadas. La pena significaba un tiempo en la cárcel, una multa que normalmente sufragaba tu familia, un exilio de la ciudad donde residía y, en muchos casos, una mancha negra en tu expediente a la hora de buscar trabajo. Mucha gente no ha superado la homofobia y es muy difícil encontrar a personas que quieran contar su experiencia.
¿Cómo era la vida de los que conseguían evitar la represión?
El tema de las resistencias es un aspecto que nos interesa mucho. La gente tenía que vivir, buscarse sus espacios, su vida. En el caso de las mujeres, lo hacían ocultas, como amigas, y en el ámbito deportivo. En el caso del hombre, existían espacios de más libertad, como el mundo artístico o el mundo de la religión. También hay que destacar que había rebeldes. Personas que cada tres meses estaban en la cárcel y no renunciaban a lo que querían.
¿Qué espera encontrar de las investigaciones que están realizando?
Nos interesaba saber por qué no se había reivindicado la memoria de los homosexuales como se había hecho, por ejemplo, con los presos políticos o las mujeres que fueron reprimidas durante la dictadura. Los presos políticos desde la Transición habían alzado voces reivindicando su memoria y la de sus familiares muertos. En el caso de los homosexuales no se ha hecho por la fuerte homofobia social y porque muchos de ellos tienen sentimiento de culpa, tienen homofobia interna asimilada. Sus familiares tampoco lo hacen.